El Libro Blanco del transporte en la UE de
2001 que publicó la Comisión Europea, decía así:
"Necesidad
de investigaciones independientes.
La explotación
de las investigaciones realizadas con motivo de los accidentes plantea un
problema [que no sirven para prevenir ni para
mejorar la seguridad, porque no se estudia cómo y por qué sucedió el siniestro
ni qué se puede hacer para prevenirlo]. En la
actualidad, el objeto principal de las investigaciones diligenciadas por [investigadores
policiales y peritos para] las autoridades judiciales o las
compañías de seguros es la reparación de los perjuicios causados por los accidentes
y la determinación de las responsabilidades, en aplicación de códigos
establecidos por el legislador [lo cual no es esclarecer cómo y por qué
que se produjo, ni si se puede hacer algo para prevenirlo o mejorar la
seguridad]. Sin embargo, estas investigaciones no pueden sustituirse a la
necesidad, creciente en Europa y Estados Unidos, de disponer de investigaciones
técnicas independientes cuyos resultados se orienten hacia las causas de los
accidentes y los medios de mejorar la legislación [y obviamente para
mejorar la seguridad de las personas y del tráfico]."
Decir Traffic Institute es
nombrar una marca de fábrica, refiere un modo de hacer las cosas a
la hora de investigar científicamente un accidente de tráfico, que no deviene
porque sí, deviene de la necesidad humana y social de mejorar la seguridad.
A principios del siglo XX (1904), debido a
la cantidad de automóviles que ya circulaban por Evanston (Illinois, en la
ribera del lago Michigan), en un esfuerzo por regular la circulación en interés
de la seguridad, se impuso un límite de velocidad de ocho millas por hora para
circular por sus calles.
Después, en lo que un periodista local llamó
la "trampa de la velocidad", agentes de
la Policía de Evanston se escondían entre los arbustos cronómetro en mano, que
ponían en marcha cuando los automóviles pasaban entre dos marcas de cinta
colocadas en el pavimento (esto le será muy familiar aunque sin cronómetros ni
cintas).
Los esfuerzos iniciales controlando los
límites de velocidad (de unos 13 km/h) no sirvieron para mucho, los accidentes
de tráfico se convirtieron en un problema grave y en 1927 la pequeña ciudad de
Evanston ocupaba el quinto lugar del país en accidentes y muertes de tráfico,
muchas de ellas peatones.
Ante el impacto trágico que los
accidentes de tráfico tenían en las familias y en las comunidades con altas
tasas de accidentalidad, Franklin M. Kreml, un joven agente de la Policía de
Evanston y estudiante en la Universidad del Noroeste, abanderó los esfuerzos
para abordar la cuestión.
En 1929 el Departamento de Policía de
Evanston creó la Oficina de Prevención de Accidentes bajo la dirección de
Kreml. La Oficina reunió a la investigación, la educación y la ingeniería, y la
aplicación de las medidas preventivas resultantes dio lugar a que Evanston
fuese declarada la ciudad más segura de los Estados Unidos por el Consejo
Nacional de Seguridad.
En 1936 la Northwestern
Univerisity de Evanston, Illinois, fundó the Traffic Institute con
Franklin M. Kreml como su director fundador. El Instituto de Tráfico pronto se
convirtió en el líder mundial en investigación de accidentes de tráfico,
prevención y gestión de la policía de tráfico, y ha mantenido esa reputación
desde entonces, con miles de titulados por todo el mundo. Además de formación
el Instituto de Tráfico realiza otras actividades relacionadas con la seguridad,
un ejemplo: contribuyó a establecer en los Estados Unidos la Ley de Seguridad
Vial de 1970, que creó la National Highway Traffic Safety Administration (Administración
Nacional de Carreteras y Seguridad del Tráfico), y otras contribuciones en el
ámbito vehicular y vial, y en gestión del tráfico y de la seguridad
La Accidentología Vial como
especialidad con objeto y metodología especifica, aunque no con esa
denominación, se instauró en la década de los años 40 del pasado siglo de la
mano de Josef Stannard Baker, un ingeniero de the Traffic Institute que
plasmó teoría y metodología, propia y de otros miembros del Instituto, en el
primer manual –al que siguieron otros- para estudiar: cómo y por qué se
producen esos fenómenos violentos, y el modo de prevenirlos.
Prácticamente toda la formación
en materia de investigación de accidentes que se imparte en el mundo, consiste
o se deriva –aunque no siempre correctamente, porque se imparten auténticos
bodrios- de lo establecido en the Traffic Institute, Northwestern
University, Evanston, Illinois, USA, que
desde hace unos años forma parte –y es el origen- del Center for Public
Safety con la misma ubicación académica y geográfica.
Como se ha mostrado al principio, la inmensa
mayoría de los estudios sobre los siniestros de tráfico (el estudio del caso),
no se realizan para saber cómo y por qué ha sucedido y qué se puede hacer para
prevenirlo o disminuir su gravedad, no. Se realizan para juzgados y
aseguradoras a fin de reparar el daño causado y establecer responsabilidades
entre los usuarios implicados, determinando por un método poco riguroso y poco
objetivo, si su comportamiento fue conforme a los códigos de circulación que
dictan los legisladores, bajo la creencia (pura fantasía) de que cumpliendo los
códigos de circulación no se pueden producir siniestros, lo que está muy lejos
de la verdad, pero así se juzgan habitualmente los accidentes de tráfico.
Aunque es verdad que en Accidentología e
Ingeniería de la seguridad vial nos falta teoría y metodología, y, que en Accidentología
es muy frecuente chocar con los límites de la Ciencia (con el límite de la
capacidad para conocer que posee el hombre), también es verdad que el estudio
de casos (que es investigación cualitativa) o investigación científica de
accidentes, permite obtener conocimientos sobre cómo y por qué se producen, y
sobre qué se puede hacer para prevenirlos o mejorar la seguridad.
De este modo (el estudio de casos) es como
la Accidentología aérea ha logrado mejorar la seguridad hasta los niveles que
ostenta actualmente el tráfico aéreo, y hace tiempo que los investigadores de
accidentes de la OACI no encuentran nuevas causas en los siniestros que
investigan, que han sucedido por causas ya conocidas que no se resolvieron o
que no se aplicaron las medidas preventivas para que no sucediera.
Y, sin embargo, seguimos sin organizar las
cosas y a las personas para aprovechar el estudio de los siniestros, y mejorar
la seguridad con el conocimiento obtenido.
Pondré en el blog algunos ejemplos del
conocimiento que se obtiene investigando accidentes de tráfico a lo Traffic
Institute y algo más de teoría y metodología, y de su
utilidad para mejorar la seguridad. Ello aún se hace más patente, necesario y
útil, cuando resulta que las infraestructuras viarias, la ordenación y la
regulación del tráfico, están implicadas causalmente en el cómo y el por qué,
y/o en la gravedad de los resultados, porque entonces ese conocimiento es
crucial para prevenir los siniestros como ese en ese lugar, y para prevenir los
accidentes como ese en todos los lugares en los que las infraestructuras, la
ordenación y la regulación del tráfico estén en condiciones idénticas o
similares a las que provocaron el siniestro investigado.
Lo que se está haciendo es un desperdicio de
teoría y métodos para obtener conocimientos, que sirven para prevenir choques y
salvar a personas, ¿acaso no es un comportamiento propio de locos
irresponsables?
Y, sin embargo, seguimos con la contumacia por bandera.
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