30 enero 2006

¡PELIGRO! SEÑALIZACION POR OBRAS VIARIAS

El título podría ser la síntesis de una señal que quizás tengamos que proponer a los organismos internacionales de la seguridad viaria. El objeto de esa señal sería advertir lo siguiente: “¡Ojito! A partir de la señal no te fíes de nada de lo que veas: es muy probable que percibas que debes o que puedes hacer justamente lo contrario de lo que tienes que hacer”.
Decidir qué señalización se precisa y dónde colocarla no es tarea fácil ni sencilla: es toda una técnica, y en ocasiones raya en el arte. Un buen señalizador tiene que saber cómo y por qué funciona el sistema del tráfico viario, poniéndole las cosas claras y con tiempo al mecanismo central del sistema (que somos las personas), para facilitar al máximo (no impedir ni hacerle más difícil) su tarea de equilibrar el movimiento.
Por eso la Instrucción 8.3-IC, una norma muy bien estudiada que regula en España la señalización y el balizamiento de las obras, dice en sus principios básicos que “…la señalización de las obras deberá estudiarse por el Autor del proyecto y por el Director de la obra como un elemento primordial de uno y otra, que como tal debe ser adecuadamente diseñado, presupuestado y exigido, y cuya definición y ejecución no puede confiarse a personal no especializado sin que éste reciba instrucciones muy concretas…” O sea, que no dice que lo haga el encargado de la cuadrilla, y allá se las apañe el hombre; ni que valen todas las señales y balizas, aunque haga tiempo que estén para tirarlas; tampoco dice que valen los reflectantes que no reflejan; ni que los paneles, señales y balizas se pongan para que los vea un búho desde el bancal, sino para los ojitos de las personas desde la calle o la carretera.
También dice esa Instrucción que hay que hacer zonas de transición según sean las velocidades reales de aproximación; y que hay que ir ajustando esa transición de velocidad y trayectoria según los parámetros que indica. O sea, que no vale eso de poner la velocidad según las señales que haya en el almacén o las que estén de oferta y con rebajitas, que eso fastidia el invento; y menos aún cruzar una barrera o una valla tubular para que se cambien de carril, que hasta puede ser asunto de jueces y fiscales.
Dice la Instrucción 8.3-IC que “…no resulta posible establecer recetas de universal aplicación, sino que cada caso particular tiene una solución propia y distinta, según las circunstancias en él concurrentes…” Es decir, lo de siempre, lo que parece que no se entiende: que en tráfico los trajes se hacen a medida y son de alta costura, nada de "prêt à porter” ni de seguir modas a la pata la llana; y nada de hacer Planes de Seguridad estándar sin concretar las medidas para la obra concreta, aunque sirvan para muchas obras cambiando nombres y lugares, porque después nos salen los tiros por la culata y la Sociedad lo tiene que pagar.
Los principios básicos de la 8.3-IC lo dicen muy claro: “…la credibilidad de todo el sistema es su cualidad más imprescindible, ya que el usuario medio, con sus defectos de destreza o de atención, no debe verse sorprendido por situaciones no advertidas o de difícil comprensión (cuya justificación no sea directamente perceptible), ante las cuales su reacción pueda dar lugar a un accidente...”
Y los accidentes y las víctimas que provoca todo eso (aunque no salga en las estadísticas porque no se investiga) no los evitan los controles de alcoholemia ni los radares, ni aun haciéndole costuras al carné en vez de darle puntos. Los accidentes que causan la señalización y el balizamiento mal pensados y peor colocados (que, afortunadamente, no son todos) se solucionan… señalizando y balizando como hay que hacerlo, tanto en las obras como fuera de ellas.
Si quienes tienen que hacer y garantizar eso no saben o no pueden hacerlo, que lo digan y ya veremos qué hacemos. Porque también tienen responsabilidades ante la Sociedad, y éstas son dobles en el caso de las obras viarias: la seguridad laboral y la seguridad vial.

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