¿Se imaginan que la gripe aviar o la seguridad del tráfico aéreo se intentaran controlar con las falacias y mitos de la pseudociencia y las opiniones absurdas de legos atrevidos? Sería una catástrofe, los muertos, heridos y enfermos se contarían por millones.
Sin embargo, es muy común que se pretenda controlar la siniestralidad vial con las falacias y mitos que produce la pseudociencia y las opiniones absurdas de legos atrevidos. Y ello a pesar de que la siniestralidad del tráfico es el primer problema de seguridad pública entre todos los fenómenos violentos que matan y hieren a la población, y que, al igual que la siniestralidad y la seguridad aérea, la vial es objeto de la ciencia y la técnica en la materia, no de pseudocientíficos ni de legos que creen saber.
Y la pseudociencia en torno al tráfico y la seguridad vial ya es alarmante en muchos países, y por tres razones: a) porque está invadiendo los pocos espacios que existen para investigar el tráfico y su seguridad, impidiendo y dificultando investigaciones que son necesarias para mejorar la funcionalidad y la seguridad del tráfico vial; b) porque está proliferando entre personas y entidades de cierto prestigio mediático -que no científico ni técnico- y las hay ligadas a la Universidad, que es la pseudociencia más dañina; c) y, porque la pseudociencia está calando en gobiernos y parlamentos, siendo sus falacias y mitos el fundamento de políticas y leyes directamente relacionadas con la seguridad viaria.
Uno de los objetos preferidos por la pesudociencia y los legos atrevidos son las causas de la siniestralidad, que aún no se han podido investigar como hay que hacerlo para saberlas y cuantificarlas con acierto, rigor y objetividad, por varios problemas largos de contar. Por ello el Libro Blanco del transporte en la UE de 2001 proclamaba la necesidad de investigarlas, dado que las indagaciones que se realizan para juzgados y aseguradoras son inútiles para mejorar la seguridad vial, porque ni buscan causas, ni se hacen para poder saberlas y cuantificarlas.
Pese a que aún no se sabe en qué proporciones producen accidentes los distintos elementos naturales y artificiales que configuran el complicado sistema viario, una de las falacias más difundidas es que el 70 – 90 por 100 de los siniestros son causados por los conductores y peatones, y no faltan los que llegan al 98%. Pero los peores son los que afirman que existen investigaciones que avalan ésos datos, cuando los pocos estudios que se han realizado al respecto, son cognitivamente tan inválidos e inútiles como las indagaciones que se realizan para juzgados y aseguradoras, y por las mismas razones.
Lo poco que se sabe con certeza acerca de las causas de la siniestralidad, es que disminuye cuando se mejora la seguridad de los vehículos y las vías. ¿En qué consiste la mejora? Se puede resumir en dos palabras: ergonomía y funcionalidad. O sea, adaptar las cosas a las personas y a las funciones que tienen que cumplir para producir la seguridad, que aumenta cuando vehículos y vías se diseñan y construyen teniendo en cuenta el modo de ser y de moverse de los peatones y conductores -y de los vehículos- a fin de que puedan controlar mejor el equilibrio de su posición y su movimiento (fenómeno físico que es la seguridad activa del tráfico), y, como consecuencia de aumentar la seguridad física y funcional es cuando disminuye la siniestralidad.
No en vano los conductores y peatones son científicamente los procesadores del sistema viario, que transforman la información que reciben de los demás elementos en acciones para controlar el equilibrio de su posición y su movimiento, por lo tanto, todo tiene que estar diseñado, construido y gestionado para ellos, ajustado a su modo de ser, de percibir y de moverse, es decir: ergonomía y funcionalidad.
Un ejemplo claro e indiscutible son las autopistas europeas, que soportan los mayores volúmenes de tráfico a alta velocidad y en ellas se producen menos siniestros y muertos que en las demás vías. Lo único que cambia en las autopistas europeas respecto a las demás vías, son las características de las infraestructuras, los conductores y los vehículos son los mismos que transitan por las demás vías en las que la siniestralidad y las muertes aumentan pese a que se circula a menos velocidad. Y existen otros hechos que también demuestran lo mismo, pero es que la investigación teórica explica lo que también demuestran los hechos, que las infraestructuras viarias son causas finales del sistema viario, y por lo tanto, que determinan la tendencia hacia la siniestralidad o hacia la seguridad. Aunque obviamente hay que mejorar la seguridad física y funcional de todos los elementos que configuran el sistema.
Pese a lo que se sabe y demuestra, la pseudociencia y los legos siguen proclamando sus verdades reveladas, que la siniestralidad es principalmente porque los usuarios (los procesadores) no ajustan su modo de ser y de moverse a las condiciones de los demás elementos del sistema. O sea, lo contrario de lo que demuestran los hechos; de lo realizado por la técnica viaria y automovilística para mejorar la seguridad del tráfico; y de lo que puede explicar lógicamente la investigación teórica ajustándose a los hechos, a los fundamentos de la ciencia y a los paradigmas científicos aplicables al estudio y comprensión del sistema viario y los fenómenos que en él se producen.
En base a estudios estadísticos que muestran correlaciones confirmando lo que demuestran los hechos y la lógica, hace poco la UE aprobó una Directiva sobre la gestión de la seguridad de las infraestructuras viarias, con el fin de poder mejorar la seguridad vial en Europa, dada la poca eficacia que muestran las típicas medidas que proponen la pseudociencia y los legos, que siempre consisten en más y mayores controles policiales, y en aumentar y endurecer sanciones y penas, en base a las infracciones a las normas de circulación que dictan los legisladores, pese a que son distintas en cada país, pese a que su seguridad aún no se ha verificado en ninguna parte, y pese a que se sabe que se producen siniestros cumpliendo las normas o al intentar cumplirlas, y que hay normas que causan accidentes al estar mal redactadas y no comprobarse su seguridad.
El peligro de la pseudociencia es que, además de que es inútil y no puede solucionar el problema de la siniestralidad (los muertos que produce el tráfico son de verdad y en esto sólo sirve la verdad), también provoca más problemas inútiles a la sociedad, y hace perder recursos e inversiones que son necesarios para ir solucionando el problema del modo que sí es posible, como han demostrado la ciencia y la técnica viaria y automovilística. Y lo que resulta con todo ello, es que la siniestralidad no disminuya como sería posible, o incluso que aumente, asegurando así que la pseudociencia tenga excusa para seguir con sus actividades.
Por ello la sociedad tiene que combatir la pseudociencia en seguridad vial, porque es una necesidad material y una obligación ética, moral y social, es una cuestión de supervivencia para los que mueren a diario por no hacer lo necesario para evitarlo, mientras se pierde el tiempo, los recursos y el dinero de la sociedad, en materializar las soluciones falaces e inútiles de pseudocientíficos y legos atrevidos. No lo olviden.
21 agosto 2008
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