La siniestralidad viaria es el primer problema de seguridad pública entre todos los fenómenos violentos que amenazan a la población del planeta, en todas partes mata y hiere con más frecuencia y cantidad que guerras, terrorismo, delincuencia, catástrofes naturales, accidentes domésticos y otros fenómenos violentos. La siniestralidad laboral no alcanza las proporciones de la viaria, pero no es asunto que pueda dejarse de la mano.
Además del drama humano, que ya es, el coste económico de la siniestralidad viaria es astronómico, aunque no se contempla en las cuentas de la Sociedad porque el modelo contable empleado no lo incluye, pero su coste sí sale de los bolsillos de los ciudadanos; igual ocurre con el coste social de la siniestralidad laboral. De modo que la siniestralidad que se produce en un país o en una ciudad empobrece inexorablemente a sus ciudadanos, y encima les encarece el seguro de los vehículos, porque también se fija en función de los índices locales de la siniestralidad.
La siniestralidad viaria disminuye en la medida que se mejora la seguridad, y ésta se mejora diminuyendo el riesgo físico de que se produzcan los fenómenos violentos (impactos, atropellos, salidas de la vía, vuelcos y caídas), y no de los modos alquímicos que algunos no paran de repetir, intentando justificar no se sabe qué, porque no dicen nada que se pueda entender por el común de los mortales, y menos aún por los que saben algo de la materia.
Hace unos días volvió a salir en los medios un asunto que no por sabido deja de ser de vergonzante actualidad, que muchos planes de seguridad de las obras se hacen mal. Se hacen planes genéricos y ambiguos que pasados por fotocopiadora sirven para todas las obras que sea menester. Esto es una desvergonzada parodia, pues un plan de seguridad decente tiene que detallar las medidas especificas para controlar los riesgos concretos que existen en cada uno de los trabajos a realizar en cada obra. Esto, que es tan evidente y de sentido común, y que cualquiera entiende, parece que no encaja en la cabeza de cierto tipo de técnicos, quizás muy ocupados por otros asuntos y cuestiones.
Esta pantomima en los planes de seguridad también se practica en las obras viarias, en las que además de la seguridad de los trabajadores tenemos en danza la seguridad viaria, la de los usuarios de calles y carreteras.
Lo más gracioso del asunto, es que los planes de seguridad forman parte del proyecto de la obra, que para poder ejecutarse tiene que aprobarlo la Administración competente. Y ya es para desternillarse en el caso de las obras viarias cuyo promotor es la misma Administración que aprueba el proyecto con el plan de seguridad que hayan incluido los técnicos cortitos de entendederas; situación que ya es surrealista en el caso de los Municipios, porque además de ser el promotor de la obra y de aprobar el proyecto con la parodia de seguridad que le hayan colado, encima es la autoridad local encargada de velar por la seguridad viaria, y no debe permitir que se ejecuten obras viarias sin las medidas para garantizar la seguridad de trabajadores y usuarios.
Ustedes tienen ojos y no hace falta que les detalle las señalizaciones, los balizamientos y las defensas de autentica vergüenza que se ven por las obras viarias, creando riesgo al no cumplir sus funciones para la seguridad; y qué decir de los agujeros, zanjas, vallas, alambres, hierros, materiales y el sin fin de obstáculos e incorrecciones que existen. Y todo ello incumpliendo normativas y los dictados más elementales del sentido común, creando riesgos estúpidos e inútiles para trabajadores y usuarios, de día, de noche y a cara descubierta.
Pues tengan bien claro, que aquellas Administraciones que no procuran por la seguridad de sus infraestructuras viarias dejándolas con múltiples riesgos para el tránsito de personas y vehículos, y que aprueban proyectos con parodias de seguridad en vez de con planes, y que permiten que las obras viarias se ejecuten con riesgos estúpidos para trabajadores y usuarios, les están empobreciendo descaradamente, porque el coste social de la siniestralidad que producen los riesgos que se han dejado tan alegremente, saldrá de sus bolsillos, no de las Administraciones, cuyas cajas también llenan ustedes con los impuestos.
Lo más barato para la Sociedad y los ciudadanos es gastar lo que sea menester en seguridad, aunque ello provoque quebraderos de cabeza a los que administran las cuentas públicas, a los que hacen y aprueban vergonzantes parodias de seguridad en vez de planes, y a los que toleran que tales parodias se representen, como si las obras, las calles y las carreteras fuesen el escenario de una gran farsa que hay que representar.
Pero en tráfico, en las obras y en la vida no valen parodias ni representaciones teatrales, sólo sirve la verdad, porque la vida, los siniestros, los muertos y los heridos son de verdad, como el dinero que hay que pagar por los astronómicos costes sociales de la siniestralidad.
¿Lo hacen queriendo? Sinceramente, creo que en la mayoría de los casos es pura ignorancia mezclada con comodidad y algo de soberbia, pero es necesario que despierten y busquen buena formación, porque estamos hablando del primer problema de seguridad pública entre los fenómenos violentos que nos matan y hieren, y ya va siendo hora de dejarse de inútiles monsergas y moralinas y atenerse a la realidad, no hay otra salida que emplear la poca verdad que sabemos, optimizando los recursos e inversiones de los que dispone la Sociedad para ir solucionando eficazmente esa gran tragedia humana que ha sido y es la siniestralidad vial.
Y lo que demuestran los hechos, es que cuando se mejoran las infraestructuras viarias y su gestión, la siniestralidad y las víctimas caen en picado; pero es que, además, eso tiene explicación.
10 junio 2007
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