11 enero 2009

Tráfico, mentiras y medias verdades

"No hay sino un medio de evitar accidentes en los caminos, es hacer que sean improbables, pero no improbables para una especie ideal, inexistente, de conductores o peatones prudentes, atentos, inteligentes, de rápida reacción, sino para los hombres tal cual son o tal cual llegan a ser en las diversas circunstancias de la vida diaria". Ing. Pascual Palazzo, Buenos Aires, 1937.

El tráfico viario y su siniestralidad no es cosa natural como son las migraciones de los animales, es producto de un sistema tecnológico complejo y peligroso, que, además, es el principal sistema de transporte de la sociedad. Su diseño, construcción, mantenimiento y gestión tiene que llevarse a cabo tecnológicamente, no puede hacerse con las creencias y mitos que se les ocurran a unos y a otros, ni con las falacias de la pseudociencia (siempre interesada), ni con criterios e intereses ajenos a la funcionalidad y seguridad del sistema (negocios urbanísticos), y sin atender a los conocimientos, teorías y técnicas de la Accidentología y la Ingeniería del transporte viario, que han demostrado por razonamientos y por hechos (y en este mundo no existen más modos de poder demostrar las cosas), que las condiciones y cualidades de las infraestructuras viarias son muy determinantes de la siniestralidad y las víctimas que resultan.

Ello tiene una sencilla explicación, pues los elementos tecnológicos son los que determinan la tendencia a ser de la realidad tecnológica que produce un sistema tecnológico, como es el tráfico viario y su siniestralidad, que son fenómenos tecnológicos que requieren soluciones tecnológicas como decía Palazzo en 1937, que también recordaba uno de los mitos más creídos y difundidos, como es que hay que cambiar a los humanos para evitar siniestros, cuando en realidad es al contrario, que para evitar siniestros hay que hacer el sistema viario para los humanos tal cual son y se comportan (ergonomía); Palazzo decía así:

"Todavía algunos técnicos piensan que las víctimas del tránsito pagan su propia imprudencia, o son conductores temerarios; es posible que así sea, pero eso nada cambia. Imprudencia, desatención, temeridad, etc., las hubo y las habrá, porque no puede pretenderse cambiar la naturaleza humana."

Ahora, y siguiendo con la costumbre desde que Pere Navarro tomó el mando, Tráfico nos dice otra verdad a medias, como es que durante 2008 fallecieron en las carreteras españolas 2.181 personas en las 24 horas posteriores al siniestro. Para tener una idea de cuántos son los muertos por tráfico hay que añadirles los que fallecen en los 30 días posteriores al accidente, que son más o menos el 30% de los muertos a 24 horas, y también los muertos a 30 días de las zonas urbanas; y la media en la UE de los muertos a 30 días en las ciudades es el 32% de los muertos contabilizados.

Así, realizando la operación (2181+30%) nos resultan 2.835 muertos a 30 días en las carreteras, que más o menos son el 68% de los muertos por tráfico, porque el 32% restante son los muertos a 30 días en zonas urbanas. Una sencilla regla de tres (68% = 2835; 100% = X) nos indica que los muertos por tráfico a 30 días en las calles y carreteras españolas durante 2008 son más o menos unos 4.169, aunque pueden ser más dado que no se cuentan los que fallecen después de los 30 días del siniestro.

Claro, que aún es más patético, absurdo e inútil lo que hacen algunos Ayuntamientos diciendo que la siniestralidad con víctimas de sus vías es menos de la que realmente ha sido, exagerando los porcentajes de reducción en aras de no se sabe qué. Pues no hay que olvidar que estamos hablando del primer problema de seguridad pública entre todos los fenómenos violentos que matan y hieren a la población; que en esto las mentiras y las medias verdades son inútiles, que sólo sirve la verdad porque los muertos, los heridos y los siniestros son de verdad.

La brusca reducción de la siniestralidad con víctimas que ha venido produciéndose durante 2008 en Europa y EE.UU., quedando a niveles de los años 60, es simplemente la consecuencia de la disminución del tráfico por la crisis económica y petrolera, pues sabiendo que una reducción del tráfico de un 1% produce una disminución de los siniestros con víctimas del 5% (U. de Michigan); que los datos del consumo de combustible en España durante 2008 indican una disminución de tráfico en torno al 4%, la crisis explica completamente la súbita reducción del 20% de los muertos en España durante 2008 (lo mismito que en EE.UU.). Que no es ni puede ser producto de una súbita y sorpresiva eficacia de las campañas publicitarias, ni del conjunto de medidas de orden social implantadas en España (carné por puntos, cursillos reeducativos, controles masivos y automáticos, más sanciones, más penas, etc.), porque su inutilidad para mejorar la seguridad del tráfico está más que demostrada tras más de una década de fracasos continuos (por ejemplo en Francia).

Pero lo que preocupa es el futuro, porque ante un aumento del tráfico del 4% al mejorar las condiciones socioeconómicas, tendremos un aumento del 20% de los siniestros con víctimas. Y ello sucederá inexorablemente a menos que, por un lado, dejemos de creer en verdades reveladas y dogmas de fe, como son, entre otros, que los usuarios son los culpables de esta catástrofe y que las fracasadas medidas de orden social van a producir el milagro tecnológico de evitar siniestros; y, por otro, que nos dediquemos a mejorar tecnológicamente la seguridad física y funcional del sistema, mejorando la seguridad de las infraestructuras viarias y la gestión técnica del tráfico que pasa por ellas, como indica la Directiva de la UE aprobada en 2008, y como demuestran la Accidentología y la Ingeniería viaria.

Si queremos que las cosas resulten de otro modo hay que hacerlas de otro modo, porque haciéndolas del mismo resultará más de lo mismo. Que la realidad no cambia por negarla o decir que es otra, y que por mucho que a la mona se la vista de seda, mona se queda.

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