13 mayo 2008

Nota de publicación y copete de La seguridad vial y las infraestructuras

Ante la petición de datos sobre la publicación de ese trabajo, hasta la fecha ha sido publicado en los sitios web y revistas que se indican a continuación (se actualizará si se producen cambios):

- En este blog, Enero, 2008.
- En la Biblioteca Pública de ACEX(Asociación de Empresas de Conservación y Explotación de Infraestructuras), Documentación Pública, sección Digital, Enero, 2008.
- En RUTAS, revista técnica de la Asociación Técnica de Carreteras, Madrid, en dos partes: Parte 1 en el Nº 129, Nov-Dic, 2008; Parte 2 en el Nº 130, Ene-Feb, 2009.
- En CARRETERAS, revista técnica de la Asociación Argentina de Carreteras, nº 189, Marzo, Buenos Aires, 2008; con el título La seguridad de los caminos, adaptado al español de uso en Argentina por Francisco J. Sierra, y precedido de un copete de su autoría que se adjunta a continuación.

Copete de La seguridad de los caminos.

Por Francisco J. Sierra.
Ingeniero Civil. Universidad de Buenos Aires.

Para solucionar un problema, primero tratamos de averiguar sus causas, y una vez conocidas, y si conocemos las medidas remediadoras, establecemos un orden de prioridades para actuar sobre las más importantes, o las más asequibles. En el caso de los accidentes viales generalmente tenemos una cadena o sucesión de causas (errores) consecuentes o simultáneas, que Ezra Hauer ejemplificó con gracejo y buen estilo (CARRETERAS 164, julio 2001).
Es difícil o imposible, aun para el perito especializado, repartir equitativamente las culpas de la cadena, por lo que habitualmente se le carga la romana al último eslabón, el conductor, que suele ser además la víctima muerta. Más que establecer prioridades conviene actuar simultáneamente sobre todas las causas conocidas, como propicia el ingeniero John Glennon (Defectos Viales).
Las conclusiones de Hauer son de una lógica irrefutable: los caminos seguros no existen, por la sencilla razón de que en todos hay accidentes, aun en la autopista más moderna y desierta; lo que sí hay son caminos más o menos seguros, y Hauer propugna medir la inseguridad con un calibre contundente: gravedad y número de muertos y heridos en los choques.
Si aceptamos la conveniencia de actuar sobre todas las causas, lo haremos sobre todos los componentes de la clásica trilogía de la Seguridad Vial: el conductor (educación vial, controles de alcoholemia, excesos de velocidad, penas, multas, quita de puntos...), el vehículo (inspecciones, reglamentación de dimensiones y pesos, dispositivos de seguridad...) y el camino (separación de calzadas de distinto sentido, costados indulgentes, coherencia de diseño, control y administración de acceso...). Suele agregarse el factor ambiental (lluvia, día/noche, niebla...) pero poco podemos actuar sobre él, a no ser que dictatorialmente se impida transitar con condiciones desfavorables, o que, más democráticamente, en lo posible se compense su acción con el buen diseño y construcción de caminos y vehículos, y con la buena formación de los conductores.
En la Argentina actual, de tanto repetirlo mediante una formidable campaña de desinformación mediática, se impuso un porcentaje de culpa de los conductores del 90% (5 % para los vehículos y 5% para los caminos) que casi todos repiten y nadie demuestra con datos fidedignos, pero que de repetirlo pasó a la categoría de verdad revelada (los más mentirosos le agregan decimales). Hasta un ministro se hizo eco de él al lanzar en el Congreso hace días el Plan de Seguridad Vial.
¿A quienes les conviene que tal porcentaje sea aceptado? Pensemos un poquito y acertaremos.
Cualquiera en sus cabales debe reconocer que manejando, los argentinos somos un desastre, pero también reconozcamos que nuestros caminos no son una pinturita, que tenemos mucho por mejorar y que los defectos de los caminos pueden inducir muchos de los errores de conducción y consecuentes muertos y heridos.
Al fin y al cabo, por esta relación entre los errores, la FHWA de los EUA -donde manejan mucho mejor que nosotros, y proyectan y construyen caminos mejor que nosotros, y tienen un respeto por la vida ajena mayor que nosotros- invirtió más de diez millones de dólares en el programa IHSDM.
En España ha de haber algún movimiento similar, y Luis Xumini, con su erudición en ristre y sus claros conceptos, nos ayuda a aclarar los nuestros. Para mi gusto ahonda en la huella de Hauer, y a partir de citar a Einstein nos demuestra que el solo camino es poco menos que condición suficiente para la ocurrencia de los accidentes, y que basándonos en el estudio, la investigación y la experiencia, los proyectistas y constructores viales tenemos un extenso campo para explorar y mejorar.
Prevengo que el siguiente no es un texto para “leer en el tranvía”; la riqueza de su contenido requiere continuas reflexiones y extracción de conclusiones, y formulación de sanos propósitos de enmienda.

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