19 enero 2008

La seguridad de los caminos

Versión de 'La seguridad vial y las infraestructuras' resaltada y redactada en español de Argentina por Francisco Justo Sierra, y publicada en el número 189, Marzo de 2008, en CARRETERAS, revista técnica de la Asociación Argentina de Carreteras.

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07 enero 2008

La seguridad vial y las infraestructuras

Imprescindible para entender qué es la seguridad vial y el modo genérico en que se materializa, qué son las causas de los accidentes, y la influencia de las calles y carreteras en la siniestralidad y en la seguridad viaria; incluye las Pirámides de la Inseguridad Vial.

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    Este artículo está relacionado con La responsabilidad de la Administración en el accidente de tráfico de Miguel López-Muñiz Goñi. La lectura de ambos artículos da una visión contextual de la influencia de las infraestructuras y la responsabilidad de la Administración en la siniestralidad y en la seguridad viaria.

    1. Introducción.

    Este artículo se dirige, sobre todo, a quienes no pueden ser imparciales con el sistema viario y sus problemas porque sienten la materia como propia; y en coherencia con su sentir, ejercen su mejor y más honesto juicio crítico, intentando discernir qué hay que hacer para mejorar su funcionamiento, su funcionalidad y su seguridad.

    Y en esto, como en tantas cosas, sólo tenemos dos caminos: o nos atenemos a los hechos y damos libertad al pensamiento y a la imaginación para buscar soluciones; o librándonos de los hechos quedamos presos de pensamientos e imaginaciones.

    “Lo malo no es sólo que haya accidentes de tráfico, sino lo poco que sabemos de por qué se producen y lo poco que hacemos para evitarlos” Albert Einstein.

    Hay algo que actúa en la mecánica viaria del mismo modo que actúa en la mecánica universal. La acción del espacio sobre el movimiento de la materia la describió Einstein en las tres afirmaciones principales de la teoría general de la relatividad. Esa acción está demostrada empíricamente en el ámbito estelar, tras observar que la luz cambia de trayectoria al pasar por el espacio contiguo al Sol.

    Pero esos tres enunciados tienen correspondencia y aplicación en la concepción del sistema y de la mecánica viaria; y ello no cambia la realidad cotidiana en las calles y las carreteras, pero sí el modo de verla y entenderla y, en consecuencia, también la forma de actuar sobre ella. Precisaríamos un artículo más largo para hablar de ello; pero para el objeto que nos ocupa basta con atender al tercer postulado, que Einstein enunció diciendo que el espacio y su curvatura determinan el modo según el cual se mueve la materia.

    Einstein se refiere al espacio en el sentido universal, es decir, a todos los ámbitos o escalas, tanto al sideral como al subatómico, y también al ámbito cotidiano para nosotros. De hecho, el espacio que hay encima o debajo de la superficie más plana que hallamos, en realidad tiene la forma curvada de la Tierra.

    Si formulamos el enunciado más genéricamente se entiende con más claridad para nuestra concepción espacial cotidiana, que es la definida por Euclídes: el espacio y su forma determinan la forma del movimiento de la materia.

    También podemos enunciarlo para el sistema viario, y empleando palabras que se refieren a entes de razón que empleamos habitualmente al concebir las formas, a fin de que el enunciado aún quede más claro: el espacio y su geometría determinan la geometría del movimiento de los peatones y de los vehículos.

    Bastará con un sencillo experimento para comprobar la veracidad del enunciado de Einstein a nivel cotidiano. Vayamos a una calle de dos carriles y sentido único, y observemos las trayectorias y las velocidades (la geometría) del movimiento de los vehículos en un punto. Después coloquemos unos seis conos formando una línea diagonal desde el borde derecho hasta la marca de separación de carriles, cortando el carril derecho en el punto de observación con una zona de transición previa. Volvamos a observar las trayectorias y las velocidades del movimiento de los vehículos en el punto de observación, y veremos cómo ya no son las mismas que antes de poner los conos.

    Si queremos repetir el experimento de otro modo, vayamos a una calle de un solo carril y sentido único, observemos la trayectoria y la velocidad del movimiento de los vehículos por un punto; después, en ese mismo punto, formemos un estrechamiento con los conos de modo que casi interfieran la trayectoria original de los vehículos. Observaremos que la velocidad y la trayectoria del movimiento de los vehículos ha cambiado.

    Ello es la demostración experimental de la tercera afirmación de Einstein, pues con los conos han variado el espacio y su forma; y lo que hemos visto (la variación de la velocidad y la trayectoria de los vehículos) no es otra cosa que los efectos de la acción de la energía y de la forma del espacio sobre la forma del movimiento de la materia. O lo que es lo mismo: la acción de la capacidad de hacer o causar (de la energía) de las infraestructuras, sobre la geometría (velocidad y trayectoria) del movimiento de los vehículos.

    La energía del espacio y su forma es potentísima: no sólo condiciona el movimiento de la materia, sino que condiciona su existencia y la de las acciones necesarias para controlar el movimiento, hasta tal punto que puede facilitarlas, dificultarlas y hasta impedirlas.

    Pero también existe la acción de la energía del espacio y su geometría en el aspecto funcional (de medio a fin), sobre la geometría (velocidad y trayectoria) del movimiento de los peatones y de los vehículos, y sobre las acciones para controlarlo. O lo que es lo mismo: la acción de la energía de los elementos de las infraestructuras, de su capacidad de hacer (o causar) en el funcionamiento del sistema viario.

    Los síntomas o indicios más notorios del mal funcionamiento del sistema viario siguen siendo tres fenómenos característicos: la congestión, las dificultades para parar y estacionar, y la siniestralidad, que es el primer problema de seguridad pública entre todos los fenómenos violentos que amenazan la vida y la integridad de la población del planeta.

    Pero, mientras los atascos y los problemas para parar y estacionar se relacionan fácilmente con la insuficiencia de las infraestructuras para el tráfico existente (un problema de capacidad y de gestión que puede afectar, y de hecho afecta severamente a la funcionalidad, al servicio que tiene que prestar el sistema viario a las personas y a la sociedad), las infraestructuras se asocian muy poco con su seguridad y siniestralidad, o simplemente no se relacionan.

    En cambio, lo que sabemos del sistema viario y sus fenómenos indica categóricamente que las infraestructuras son determinantes, tanto para materializar la seguridad como para producir la siniestralidad.

    Y esa es la mejor situación entre todas las posibles, pues ello significa que realmente tenemos un gran poder para disminuir sensiblemente la siniestralidad, mejorando la seguridad por sus causas. Esa es la tesis que se pretende justificar en estas paginas.

    Ello exige demostrar que las infraestructuras son causa de la siniestralidad y de la seguridad del sistema viario; pues si no es así, el poder que se afirma no existiría (aunque los enunciados de la teoría general de la relatividad y el experimento de los conos ya demuestran algo al respecto).

    Para ilustrar la demostración se expondrán algunas premisas, como son las que siguen:

    - Lo que es el sistema viario, las condiciones en las que se ha construido y su estado actual.
    - El problema de los fundamentos y los conocimientos. Necesidad de Ciencia.
    - El estado de la investigación sobre el origen de la siniestralidad.
    - Las causas de la seguridad, de la siniestralidad, del riesgo y del peligro.
    - Hechos que demuestran cosas.

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